Poesía del renacer y la transformación interna
Compartir al Filo de la Navaja
Historia y filosofía
Compartir ha sido siempre un umbral de decisión y riesgo. En muchas culturas arcaicas, el acto de dar no era caridad sino pacto: del potlatch del noroeste americano a los banquetes rituales griegos, “partir” aseguraba comunidad y orden. El cristianismo elevó el gesto a sacramento —pan partido como entrega de sí—, mientras que en el budismo la dāna enseña a ofrecer sin apego. La antropología mostró que todo don envuelve reciprocidad (y vulnerabilidad). Compartir es abrir la casa interior al otro sin garantías.
Compartir
Compartir no es hablar. No es publicar. No es llenar de palabras lo que el alma nunca encarnó.
Compartir es revelar verdad.
Es abrir la memoria sin maquillaje, sin máscara y sin perfume espiritual. Es entregar lo que dolió, lo que rompió, lo que transformó. Porque solo lo vivido tiene fuerza; lo demás es teoría que se deshace como humo.
Cada ser humano guarda una semilla. Algunos la esconden, otros la olvidan, muy pocos la ofrecen. Pero cuando alguien comparte su raíz —no su personaje— ocurre lo sagrado: otro corazón despierta.
No compartas para gustar.
No compartas para enseñar.
No compartas para salvar a nadie.
Comparte para recordarte. Para liberarte. Para encarnar lo que dices ser.
La sombra que no compartes te controla. La herida que no nombras te gobierna. La verdad que no entregas se estanca y se pudre en tu interior.
Compartir es moverte del ego al puente. Del orgullo a la presencia. De la vergüenza a la honestidad espiritual.
El mundo no necesita más voces. Necesita más verdad.
Tu verdad. Sin adornos. Sin miedo. Sin permiso.
Poesía del renacer y la transformación interna
Compartir… no es un acto suave.
Es cortarse el alma en mitades y confiar que la herida no será en vano.
Compartir al filo de la navaja es dar sin saber si el otro recibirá con manos limpias o con cuchillo.
Es partir la luz en sombra y dejar que la sombra hable.
Es fe, es riesgo, es danza con el otro lado.
Porque quien comparte desde el ego reparte migajas,
pero quien lo hace desde el Ser se desnuda en silencio y extiende su verdad sin garantía.
Compartir al filo de la navaja es el arte de abrir el corazón sin perder el centro.
No es fusión ingenua, ni dádiva ciega,
es reconocer que somos dos y también uno.
Que a veces doy y también corto.
Que a veces recibo y sangro.
Y aún así, comparto.
Porque en ese filo, en ese borde agudo,
la semilla entiende que el otro también soy yo.