Historia: la memoria de la madre
Las primeras culturas no separaron vida y sacralidad. Las figuras femeninas gravadas en piedra y pigmento eran mapas de fertilidad: Venus, la Gran Madre, la Pachamama. Estas imágenes revelan un hecho primordial: la relación primera del humano con lo femenino fue de veneración y reconocimiento. Con la consolidación de los estados, la guerra y la práctica de monopolizar cuerpos y frutos, la matriz fue desplazada hacia la sombra.
Este desplazamiento no fue accidental: fue una estrategia de control. Quien controla la fuente controla la vida. Por eso el patriarcado reescribió la memoria: la madre pasó de ser principio visible a símbolo oculto.
Filosofía: el cero, el útero y el origen
Filosóficamente, lo femenino se asocia al vacío fértil. En distintas tradiciones ese vacío es principio generador: el Tao que contiene, el caos primordial que fecunda, la noche antes del primer amanecer. En términos simbólicos modernos decimos que el 0 encarna ese misterio: no es ausencia, es posibilidad.
El 1, por contraste, simboliza línea y afirmación. Pero el uno sin el cero es ininteligible: la forma necesita del seno que la piensa. Entender esta relación es reconocer que la jerarquía histórica (uno sobre cero) es una inversión de la lógica originaria.
Arte: la revelación de lo oculto
El arte ha sido refugio y resistencia. Desde las Vírgenes maternales hasta las diosas fragmentadas de la modernidad, los artistas vuelven una y otra vez al gesto de devolverle al femenino su estatuto de origen. Crear es gestar: la obra nace de un proceso que es, en esencia, maternal. La figura del creador que todo lo domina es un mito moderno; la verdad del taller y la cueva es otra: la creación siempre ha requerido de una matriz que sostenga el proceso.
Religión y espiritualidad: nombres de la Madre
Los grandes relatos religiosos, aunque a menudo dominados por arquetipos masculinos, conservan huellas de la matriz femenina: Isis, Gaia, Shakti, Pachamama, Sofía. Incluso las tradiciones monoteístas muestran vestigios de ella en figuras que encarnan la sabiduría, la presencia y la acogida.
La espiritualidad auténtica no pretende someter a la Madre; la reconoce. Saber esto es recuperar una ética: la de cuidar las fuentes y honrar el origen.
Manifiesto
Lo femenino es matriz: principio creador, sostén y regreso. La historia lo ocultó como estrategia de poder; la filosofía lo trató como materia; el arte lo recuerda como misterio. El machismo no es expresión de fuerza, sino de temor ante la fuerza de la vida. Reconocer lo femenino no es meramente devolver privilegios: es rescatar la lógica primaria del mundo.
Ha llegado la hora de recordar: la creación es femenina. Recuperar la matriz es reconfigurar el mundo en su raíz.
Prosa poética
Antes del primer rayo, ya estaba Ella. No era forma ni nombre, sino seno infinito donde reposaban los mundos no nacidos. El universo no estalló: germinó en su matriz, como semilla que se abre al calor de un aliento eterno.
Ella es la oscuridad fértil que engendra la luz. Es el silencio que guarda todas las palabras, la vasija donde el tiempo aprende a latir. El hombre ha querido erigirse como dueño, pero sin Ella no es más que polvo que se desvanece en su propia soberbia.
Porque la mujer —madre, tierra, cosmos— no necesita proclamarse reina: lo es, en la raíz de todo ser y de todo instante. El cero es su rostro: vacío que contiene lo eterno. El uno es apenas sombra si no se sostiene en su círculo. Ella no lucha, no impone, no grita. Ella crea, sostiene, transforma. Y cuando el mundo recuerde su vientre, cuando el hombre doblegue su orgullo ante la matriz que lo parió, la vida dejará de ser guerra y volverá a ser jardín.
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