Sanación del alma a través de la palabra y el símbolo

El Sentir en Historia, Filosofía, Arte y Religión

El sentir en la historia

Desde las primeras culturas, el sentir estuvo ligado a lo divino y lo humano como una sola corriente.
En Egipto, el ib (corazón) era el centro del ser; en el juicio del más allá se pesaba el corazón frente a la pluma de Maat para saber si el alma había vivido en verdad.
En Grecia, el sentir se entrelazaba con la tragedia: los dioses provocaban pasiones, y el hombre debía aprender a contenerlas o sufrir su destino.
En Oriente, el taoísmo entendió el sentir como flujo (chi) que debía armonizarse con la corriente natural del universo


El sentir en la filosofía

Platón desconfiaba del sentir, lo veía como sombra que desviaba al alma de la verdad.
Aristóteles lo reivindicó como parte de la ética: las emociones, bien educadas, conducen a la virtud.
Estoicos como Séneca enseñaban a gobernar el sentir, distinguiendo entre la reacción instintiva y la respuesta consciente.
En la modernidad, Pascal afirmaba: “El corazón tiene razones que la razón no entiende.”
Nietzsche rompió con la tradición: para él, el sentir no debía reprimirse sino transmutarse en fuerza creadora.
Spinoza habló del sentir como affectus: movimientos del alma que aumentan o disminuyen nuestra potencia de existir.

El Sentir en el Arte

El arte ha sido siempre lenguaje del sentir:
Sanación del alma a través de la palabra y el símbolo.
El Renacimiento elevó la emoción a armonía perfecta.
El Barroco exaltó la pasión y el dramatismo como verdad humana.
El Romanticismo colocó el sentir como absoluto, como fuerza sublime que conecta lo humano con lo infinito.
En el arte contemporáneo, el sentir se vuelve experiencia: la performance, el arte relacional, la obra abierta invitan a sentir y no solo a contemplar.

El Sentir en la Religión

En muchas tradiciones, el sentir se asoció con la fe y la devoción:
En el cristianismo místico, los santos hablaban del “ardor del corazón” como experiencia directa de Dios.
En el sufismo, la danza y el canto extático expresan el sentir como unión con lo divino.
En el budismo, el sentir es observado: surge, fluye, se disuelve, y el practicante aprende a no aferrarse.


El Rio del Sentir

Sentir no siempre es luz. A veces es la trampa más sutil. La corriente acaricia, pero también arrastra; el río refresca, pero también golpea contra las piedras. La dualidad no se derrota: se atraviesa. Lucifer no es enemigo, es espejo. Si corres fascinado hacia el brillo, te hundes. Si cierras el corazón por miedo, te secas. Sentir no es entregarte al capricho del ego, ni negar la vida para parecer fuerte. Sentir es cruzar el río despierto, esquivar las rocas sin perder el cauce, sabiendo que la corriente no es tuya, y que la inspiración no se retiene. Pregúntate, caminante: ¿lo que sientes hoy te libera o solo engorda al fantasma de tu yo?

Figura humana formada por humo que se desvanece, símbolo de la fragilidad del sentir y la identidad en transformación
Sentir no es aferrarse a la forma. Es permitir que incluso lo que somos aprenda a disolverse.

Sanación del alma a través de la palabra y el símbolo: El Sentir al filo

Sentir no siempre es luz. A veces es la trampa más sutil. El camino comienza cuando el sentir deja de gobernar y empieza a revelar.

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Mujer caminando un río imaginario de mandalas, metáfora del sentir consciente y el camino interior
Sentir es cruzar el río despierto. No detener la corriente, no huir de ella, sino caminarla con presencia.

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