Los 20 mil

Anoche dejé en mi escritorio treinta mil pesos para mi salida ritual a la montaña.
Era lo que tenía presupuestado: transporte, comida, lo necesario para sostener el día.
Pero al amanecer, al recoger el dinero, solo encontré diez mil.
De inmediato se levantó un huracán en mi mente: ¿dónde estaban los veinte mil que faltaban?
El ego, como detective y verdugo, empezó a señalar culpables invisibles.
Lo que debía ser un inicio ligero para la caminata se volvió drama.
Había caído en la identificación con mi mente: el cálculo, la sospecha, la carencia.


La Filosofía


Lo que me sucedió es la parábola de la vida cotidiana: no es la falta de dinero lo que nos roba la paz, sino la forma en que nos identificamos con esa falta.
Cuando creemos que nuestra plenitud depende de algo externo —sea un billete, una persona o una circunstancia—, entregamos nuestra soberanía.
Los veinte mil desaparecidos se convirtieron en un espejo: no mostraban carencia real, sino la ansiedad de mi ego reclamando una seguridad ilusoria.
La verdadera riqueza no se mide en lo que poseo, sino en la capacidad de caminar sin que lo externo me arrebate el sentido.


Arte y religión

La identificación como territorio Inexplorado

A lo largo de la historia, el arte ha cantado al amor, al dolor, a la muerte y a la esperanza.
La filosofía ha interrogado la verdad, el tiempo, el alma y la justicia.
Las religiones han levantado templos sobre el pecado, el sacrificio y la salvación.

Pero ninguno de estos campos ha puesto en el centro la identificación con la mente:
ese fenómeno invisible donde el ser humano se confunde con sus pensamientos,
donde el ego inventa culpables y ficciones,
donde el miedo dicta la realidad antes de que esta ocurra.

El maestro Samael Aun Weor lo advirtió con claridad al pueblo gnóstico:
“No se identifiquen”.
No con el dolor, no con el ego, no con las circunstancias pasajeras.
Su llamado era simple y profundo: observar sin perderse, vivir sin confundirse con la tormenta interna.

Mi experiencia con los veinte mil que faltaban se enlaza con esa enseñanza.
El dinero no era el problema; la verdadera trampa era mi identificación con la carencia.
Así, comprendí que el mismo principio que Samael entregaba a sus discípulos —el arte de no identificarse— sigue vivo en lo cotidiano, incluso en un bolsillo vacío.

Con Los 20 mil, este manifiesto se inscribe como una primera piedra:
la obra no es un cuadro ni una escultura,
es un hecho cotidiano elevado a símbolo,
una experiencia mínima convertida en espejo universal.


Prosa poética

Los veinte mil no faltaban: me estaban llamando a despertar. Fué un ladrón imaginario, pero un maestro verdadero. Me enseñaron que la sospecha es cárcel, que el ego inventa culpables cuando teme perder el control. La montaña me esperaba igual. Los billetes no eran boleto, eran prueba. Y comprendí que el verdadero presupuesto de mi camino no está en el bolsillo, sino en el corazón que camina.

Arte sobre la sombra y la transformación interior, dos seres diferente color
“Arte Sobre la dualidad, vertices diferentes pero un solo camino entrelazados para un mismo objetivo.”

Vista via a la cascada Las Iguanans cañon del Sogamoso

Vista de las montañas por la vía Iguanas cañon del sogamoso , donde ya se han unido el suarez y el rio Chicamocha

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Todo encuentro humano es un cruce de destinos
“Dualidad alfilo de la navaja , resonancia energia , Electricidad , caminos del alma que hay que caminar”

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